La mosca del género Alavesia se ha localizado ahora viva en una remota zona del noroeste del
vasto desierto de Namibia.
Este tipo de mosca se conoce desde 1999 como fósil en ámbar de Álava de tiempos de los dinosaurios
(unos 110 millones de años), y por ello el nombre del género se denomina Alavesia. Estas moscas son
peculiares por la morfología de sus antenas y ciertas características de la nerviación de las alas.
La descripción de Alavesia, y primera especie fósil, fue realizada por Antonio Arillo y Saskia Waters (Alavesia subiasi, en honor del acarólogo Dr. Luis Subías) y la segunda, que se encontró en ámbar asturiano, por Enrique Peñalver y Antonio Arillo (Alavesia prietoi, en honor de su descubridor, el gemólogo Miguel Ángel Prieto).
Otros ejemplares han aparecido nada menos que en ámbar de la antigua Birmania (actual Myanmar), pero no han recibido aún nombre.
Desgraciadamente, nada se sabe de la biología de Alavesia, a la espera de nuevas expediciones a Namibia. Sin embargo, el nuevo estudio publicado por Sinclair y Kirk-Spriggs ha reubicado Alavesia en una familia diferente (ahora Atelestidae) ya que en los ejemplares actuales se ha podido estudiar toda la estructura interna , algo que en los fósiles no fue posible al microscopio óptico.
El descubrimiento de una criatura viva que los expertos creían extinguida desde hacia millones de años, permite albergar esperanzas de descubrir otro “Mundo Perdido” en el macizo montañoso Brandberg (foto), la zona de Namibia donde se ha realizado el descubrimiento, que parece ser un refugio de formas primitivas. El macizo Brandberg, situado en la región del Damaraland al noroeste del desierto de Namibia cerca de la costa, es una espectacular intrusión granítica circular de 650 km2.
Ya hace algunos años aparecieron en esta zona los primeros ejemplares vivientes del orden de insectos mantofásmidos, que ya se conocían previamente como fósiles en ámbar báltico, estudio en el que también intervinieron miembros del equipo español. Posiblemente esta región sea como una ventana a tiempos remotos donde los insectos habrían seguido una evolución sin grandes cambios, seguramente por aislamiento.
El antecedente más antiguo de descubrimiento de fósiles vivientes se produjo en 1906 cuando se capturó un okapi, pariente con cuello corto de las jirafas, en las casi impenetrables selvas del Congo, ya que se trataba de un representante del género Paleotragus sólo conocido por restos fósiles y que se creía extinguido hace 30 millones de años. Sin embargo, el hallazgo más famoso ocurrió el 24 de diciembre de 1938 cuando unos pescadores capturaron en sus redes, cerca de Madagascar, un pez de aspecto insólitamente primitivo que maravilló a los científicos. El celacanto pertenece al grupo de los sarcopterigios que están estrechamente emparentados con los primeros vertebrados que marcharon sobre tierra firme. Después de millones de años, sin rastros de celacantos, aparecía uno vivo; desde entonces se han pescado ocho ejemplares, y han sido también filmados en su medio.
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