jueves, 31 de marzo de 2011

Yo que jugué a Rugby...




Yo que jugué al rugby cada tarde de cada gris y plomizo sábado. Tardes de linimentos, cardenales, esfuerzo y sudor. Aún huelo el verde del césped y mi mente se pierde en mil recuerdos. Se que pronto mis piernas tal vez ya no quieran tantas salidas de tercera, a pesar que mi cabeza siga buscando la cadera del número uno.

Del rugby aprendí una liturgia valiosa, útil bagaje para el resto de la vida cotidiana. Aprendí que quince empujan más que uno, pero que si uno no empuja, el resto lo nota. Aprendí a callar, a bajar la cabeza con respeto sin sentirme menos que nadie, a ser honesto y vaciarme para quedarme lleno. A comprender que por el simple hecho de formar en círculo, abrazando a tus compañeros, repitiendo la palabra humildad, HUMILDAD una y otra vez, ya has vencido; independientemente de que te dejen a cero o no. Aprendí que los pasillos son importantes, sobre todo cuando has ganado y debes premiar el esfuerzo del otro equipo.

Yo que jugué al rugby, aprendí a saber aceptar sin quejarme; a no resignarme, a trabajar para saber lo que cuesta ganar un metro en silencio, y lo fácil que es perder diez por no saber callar. A respetar las decisiones de una forma férrea, a aplaudir los errores de mis compañeros, que también son los míos, y sobre todo a levantarme cien veces.

Este deporte de villanos practicado por caballeros me enseñó valiosas lecciones, muchas ajenas e incomprendidas a ojos de los no iniciados. A un día de después lleno de dolores y magulladuras, feliz y realizado por la entrega, el compromiso y muchas otras cosas que mi madre nunca entendió. A saber el valor de un áspero polo a rayas, malla del valor y el deber. A un tercer tiempo donde todo lo que queda son anécdotas, abrazos, caballerosidad, camaradería, risas y un 'hasta la próxima'.



Si alguna vez jugaste al rugby, siempre serás miembro de una familia sin fronteras, con una lengua, un pensamiento y una visión común. Da igual el sitio del mundo, ya no habrá barreras. Aún cuando lo hayas dejado, las rayas te perseguirán, reconocerás alguna camisa en algún desconocido y si le preguntas ¿jugaste al rugby? al instante estarás compartiendo una cerveza... o varias. Y es que tal vez dejes de ser muchas otras cosas, pero ya siempre serás jugador de rugby frente a la vida.


Rafael Muñoz Abad
Club de Rugby Universidad de La Laguna
Santa Cruz de Tenerife, Tenerife

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